La batalla por la Silla del Poder…

 

  • El tema de la sucesión presidencial en México fue expuesto por el escritor Luis Spota en su libro Palabras Mayores de editorial Grijalbo, mismo que reseñamos en las siguientes entregas
  • «La parte más barroca, más confusa, siempre más apasionada y más oscura del Poder en México», así la definió el novelista durante la década de los años 70 del siglo pasado

Por Javier MEJÍA/ I parte

Aún con el dolor social por la matanza del 2 de octubre de 1968, la década de los años 70 del siglo pasado, quedó marcada por los tiempos oscuros. La mano dura gubernamental alcanzó también a diversos movimientos sociales –incluidos grupos guerrilleros– que protestaban por los abusos del Poder, la falta de democracia y la carestía de la vida, entre otras reivindicaciones. Una década compleja y disímbola si recordamos que hubo lo que se llamó el boom petrolero, con yacimientos del crudo que brotaban sobre todo de las profundidades del sureste mexicano, lo que se tradujo en mayores ingresos pero no necesariamente en bienestar social. Las Olimpiadas ya nadie las recordaba. Era parte del contexto setentero en lo político, económico y social, en los tiempos de la hegemonía del partido único (PRI), de la economía centralizada y del descontento social.

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La sucesión presidencial, la batalla por la Silla del Poder, «la parte más barroca, más confusa, siempre más apasionante y más oscura del poder en México», fue uno de los temas predilectos del escritor. Luis Spota, quién le dedicó varios libros y, está vez, en esta primer entrega, reseñamos Palabras Mayores, de la editorial Grijalbo en el año de 1975

La novela inicia con un diálogo en los jardines de la Casa Presidencial de «Los Arcos», donde el presidente Aurelio Gómez-Anda le sugirió a su ministro de Industrias y Desarrollo, Víctor Ávila Puig que usará la mano izquierda, ya que había grupos y corrientes de opinión que lo favorecían en la carrera por la Silla Presidencial y otros que lo querían ver fuera de la contienda.

Era clara la existencia de muchos intereses políticos que presionan para eliminarlo como eventual candidato a la presidencia de la República por el Partido Unificador Revolucionario (PUR).

–Yo, candidato?, señor Presidente… hay muchos intereses, fue lo primero que alcanzó a decir ante el asombro por el comentario del primer mandatario del país.

–Y ante esos intereses políticos se requiere de inteligencia, valor y algo de suerte, también, dijo Gómez-Anda, quien saboreaba casa sorbo de café servido en una taza rosada de porcelana china.

–Su comentario me honra, y no deja de sorprenderme, respondió el doctor en Ciencias Económicas que sabia que viniendo del Presidente sin duda que se trataba de «Palabras Mayores».

–Usted sume, vea a sus amigos, prepárese, estudie, cuídese…esa fue la recomendación «del más poderoso de los hombres políticos del país», al iniciar la cuenta regresiva de su mandato y en pleno análisis de los prospectos para designar a quién sería el sucesor.

Ávila Puig supo que tendría que irse «metiendo el chip» sobre la posibilidad real de ser el candidato, aunque sin olvidar que él no era el único de los aspirantes, ya que al menos otros ocho nombres estaban en el «pandero político», con trayectoria y peso político que los hacían fuertes contendientes y muchos de ellos, desde hacía tiempo, venían trabajando en la construcción de su imagen con recursos públicos, lo cual era parte de la «normalidad» de la cultura política gobernante de manera que no era nada reprochable.

Desde un año antes del ocaso de su sexenio, Gómez-Anda empezó a confeccionar lista de pretensos y echó a andar su su inteligencia política para pensar «quién entre los más capaces de sus colaboradores seria el idóneo para sucederlo».

–Todos quieren tener un voto, el suyo.

–El voto del presidente es importante pero .no definitivo. Al señalar sucesor sólo está interpretando el sentir de otros, digamos que está actuando en nombre de otros. Que uno sea el elegido, y otro no, dependerá de ciertas circunstancias, respondió «el inquilino de Los Arcos».

Un diálogo que llegaría a posibles desenlaces, que en su momento transcurrió en un ambiente fresco, verdoso y fraterno, mismo en el que quedó la máxima setentera de que «nada en política es definitivo, aunque todo en la política a nuestro estilo es posible». Quizá como «dejar el gobierno, pero no el Poder» o como creyendo que los puestos fueron hechos para ellos o más aún que son de su propiedad.

Llegó el momento de la despedida tras de una caminata por los jardines, pues a decir del Presidente «estirar las piernas es bueno para la próstata, es bueno para la salud». Ambos estrecharon la mano y se dieron un abrazo. El doctor Ávila subió a su carro y pidió a su chofer que lo llevara a su casa de Miraflores. Por su cabeza rondaban las palabras de don Aurelio Gómez-Anda, pero también las imágenes de su madre postrada en su cama consumida diariamente por el cáncer.

Desde la camioneta llamó a Horacio Allende, quien era su consultor político, personero y agente de relaciones públicas, para contarle que estaba en la Lista de don Aurelio. Acordaron verse en la oficina del ministro, quien se sirvió un whisky y pidió virar la dirección. Tal y como le sugirió el Presidente, empezó a ver a sus amigos. Con cierta sensatez, aunque siempre jubilosos el doctor Ávila y Horacio empezaron a idear la estrategia política para contender por la candidatura presidencial iniciando con el análisis sobre cada uno de los aspirantes Alfonso Videgaray, Hermenegildo Labrador, Andrómaco Batiz, Francois Millet-López, Avellaneda Jáuregui, Anselmo Espinosa Carrillo, Marco Tulio Cimarosa y Marat Zabala…(continuará)

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