
Los caminos de la vida universitaria en los tiempos de don Froylán
- Javier Mejía
- 12 de mayo de 2024
- Mexicali, Opinión
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Por Javier Mejía
La vida social incorpora la energía de las multitudes y también la cotidianidad de nuestros micro espacios. Reflejar realidades con sus triunfos y los fracasos nos brindan experiencias vitales, lo cual forma parte del Periodismo, la Sociología y la Literatura.
— Y esa patada…con ese primer párrafo?.
— Nada extraordinario, estimado lector imaginario. Sólo quiero recordar a quien, en su momento, nos enseñó eso a unos veintitantos burros cabezones que fuimos sus alumnos en la Universidad.
— Pero cuál es el contexto que origina escribir sobre el tema o respecto al profe Froylán M López Narváez?.
— En realidad el único motivo es que a partir de que entré a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, empecé a entender el sentido de ser Universitario, en toda la extensión de la palabra.
Eso reforzó mi convicción y la pasión de irle a los PUMAS, del disfrute de estar en el hermoso estadio de Ciudad Universitaria.
— Ahhh, por ahí hubieras empezado.
— Pero no me voy a referir al fútbol, sino a la vida universitaria que tuve durante los primeros años de la década de los 80 del siglo pasado. y particularmente de esa relación inequívoca de Periodismo- Sociedad- Literatura. Te parece válido?.
— Si, claro, y que fluyan las ideas .
— Bien…eso espero.
Tener derecho a tomar clases de Sociología de la Comunicación cuando don Froylán tenía fama de ser muy estricto y de «pesadito», no era cosa fácil. Lo primero lo podrías comprobar al quedarte en el grupo y lo segundo lo descartabas llegando a la conclusión de que quienes lo decían simplemente no lo conocían o eran sus débiles «enemigos».
Era el año de 1983, de esa década en la que había una gran demanda de espacios en la UNAM y la oferta era reducida. Los salones a reventar, muchos alumn@s tomando clase parados, incluso rondaban la puerta.
Con el profe Froylán el aula no estaba al tope, pero él prefería tener grupos de unos quince alumnos, de manera que la consigna era un «ahuecando el ala».
— Y cómo le hacía, don Froy?
— De manera espontánea empezaba a preguntar cosas de cultura general, que es importante conocer para quienes aspiraban a ser periodistas.
— Como cuáles?
— En ese tiempo por ejemplo…sabe usted bailar rumba?, el nombre de dos salones de baile?, de algunas cantinas del centro histórico?, Dígame tres películas con los hermanos Soler?, o de Joaquín Pardave?, cómo se llama la actriz que protagonizó «Nosotros los Pobres» junto con Pedro Infante?, quién fue el director de cine español de la película Los Olvidados?. Aquellos que no contestaron tuvieron que salir del salón. Casi nadie supo las respuestas.
— A ti qué te preguntó?
— En esa primera ocasión no me tocó, por azares del destino. Empezó la clase con quienes sobrevivimos. Recuerdo que nos pidió sacar una hoja para poner algunos datos biográficos, escolares, por qué decidimos tomar su clase qué esperábamos de la carrera y qué aspiraciones teníamos, entre otras cuestiones.
En la siguiente clase, pensamos que había dejado la guadaña. No fue así, aunque ya no llegó tan filoso. Sin embargo tenía que deshacerse de algunos más para quedar máximo con unos 20 alumnos.
— Y tu quedaste en el grupo?
— Afirmativo. Yo no sé si la información de la tarjeta que nos había pedido lo hizo de algún modo condescendiente como Ser hijo de obrero y de ama de casa o el haber estado previamente dos semestres en la carrera de Sociología e interesado en los movimientos obrero en México y de liberación en América Latina, así como mi gusto por la música, el baile y el deporte, me habría quizá ayudado.
El hecho fue que en ese segundo día de clases el profe Froylán empezó con otros y a mi prácticamente me dejó al final preguntándome por los nombres de tres presidentes latinoamericanos.
Así fue como quedé en el salón 421 ubicado en un edificio contiguo al bloque central de la FCPyS que tenía varias jardineras y frondosos árboles que la hacía respirable y muy «comunicada».
Las clases estuvieron colmadas de nociones de Filosofía, Psicología Social, Política, Sociología y Periodismo. Pura realidad social con muchos ejemplos de la cotidianidad urbana y cultura general.
Además del aprendizaje teórico que brinda la Universidad, López Narváez se ocupó de que sus alumnos tuviéramos calle, que no nos faltara barrio.
A quienes nos interesa el Periodismo, sobretodo, nos asignó temas como la ruta de las cantinas en el Centro Histórico, ir a una corrida de toros en la Plaza México, donde la bota llena de tequila pasaba de mano en mano, siendo el coso «la cantina más grande del mundo».
También una experiencia extraordinaria fue acudir a la grabación de su programa de «La Rumba es Cultura» –que se transmitía por el Canal Once–, al Salón Los Ángeles «Quién no conoce Los Ángeles no conoce México», era su lema y propiedad de un señor de apellido Nieto, en el barrio de Tlatelolco. Previo, hubo una catedra de baile con esta música afrocubana acompañadolo su esposa.
Otra experiencia fue ver un partido de fútbol americano –que era el deporte que le gustaba por su alto contenido estratégico y por la fuerza propia de la virilidad –, en un lunes por la noche justamente cuando salía la revista Proceso a la circulación.
Finalmente, estar invitado a un aniversario de la Revista, en la calle de Fresas 13, fue una experiencia muy enriquecedora. Ver llegar a don Julio Scherer García rodeado de don Vicente Leñero, don Rogelio Naranjo y don Enrique Maza, y que el director de Proceso nos saludara a los tres o cuatro estudiantes como los alumnos de «don Froylán» y como reporteros en gestación, nos dejó atónitos.
Qué puedes decir en esos momentos. Nada absolutamente nada, sólo tratar de no desmayarte de los nervios y asimilar lo ocurrido, mientras mirabas a los reporteros en grupos conversando y, varios, bebiendo como verdaderos cosacos mexicanos disfrutando un año más de ejercicio periodístico en medio de las adversidades.
Tener clases con Froylán M (Mario) López Narváez, un hombre culto, periodista, docente, impulsor de la cultura, nacido en San Luis Potosí, no cualquiera pudo vivirlo y contarlo con tal disfrute. Yo, modestia aparte, aquí se los he compartido.
El 6 de noviembre del 2021 murió a los 81 años de edad. Gracias profe López Narváez por permitir estar en un período de su fecunda y alegre existencia.
