
Usted figura en la lista de los presidenciables…
- Javier Mejía
- 14 de octubre de 2023
- Opinión
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Por Javier Mejía / II parte
El doctor Victor Ávila Puig, ministro de Industrias y Desarrollo, tenía que platicar con su amigo Horacio Allende. Nadie más que él tendría que ser el primero en saber lo que el Presidente le habia dicho en los jardines de la residencia oficial de Los Arcos.
«En busca de alivio», se sirvió un whisky y, frente a su amigo íntimo y consultor político, soltó: » El Presidente, sin darle tantas vueltas, me dijo que estaba en la Lista y con posibilidades, muchas posibilidades, de ser el candidato a la Presidencia».
Hubo una reacción de sorpresa, de asombro, de quedarse boquiabierto. Luego, Horacio preguntó si él había tocado el tema.
–Nooo, él fue quien me dijo, que había corrientes a mi favor, sectores interesados en…habíamos despachado parte del acuerdo, cuando don Aurelio sacó a relucir el tema de la sucesión, precisó el doctor-secretario
Que el Presidente lo haya mencionado adquiere otro significado, dijo Allende quien le pidió a su amigo entender de una vez por todas que es un ser político profesional y no sólo un técnico en la administración pública. También le pidió no separar más ambos campos como si pertenecieran a mundos enemigos.
Cabe mencionar que la Lista incluía una media docena de nombres, entre colaboradores de confianza, viejos amigos, compañeros de la Cámara, del partido, incluso alguno que amenizaba sus ratos de tedio y de soledad con bromas.
El doctor Ávila no se ubicaba en ninguno de dichos supuestos de manera que no dejaba de preguntarse por qué el Presidente lo había considerado. Entonces Horacio lo contuvo y le dijo que «eso sólo lo sabe él, resulta más importante saber por qué casi ninguno de los otros de la lista puede ser el candidato, que tratar de saber por qué te inscribió a ti».
Al elegir al hombre que le sucedería en el cargo, el elegido tenía que cubrirle sus errores, encubrir sus abusos y garantizarle el pleno disfrute de sus bienes en este caso del presidente Aurelio Gómez -Anda.
Durante muchos años Horacio fue columnista político, bien informado, con muchos contactos al grado de «conocer intimidades, chismorreos, verdades y mentiras de la política y sus hombres». Se perfila para hacer un análisis sobre cada uno de los funcionarios incluidos en la famosa Lista de don Aurelio.
Van desde aspirantes a dictadorcillos, «víctimas de sus rencores», otros demasiado abstractos, metafísicos, tecnócratas que generan desconfianza hasta entre los políticos, soberbios que benefician a caciques y a gobernadores, ineptos, mal vestidos, opacados de ánimo, inflados e indecisos.
En realidad, Marat Zabala, ministro de Información y Turismo, era el único verdaderamente peligroso pero también el único del que desconfiaba el Presidente, a la postre su ahijado político, consideró Horacio Allende quien concentró su atención y sus baterías en impulsar la carrera política de su amigo hacia la Silla del Poder.
Ciertamente que Marat Zabala venía construyendo su imagen desde hacía tiempo, proyectando una «atractiva personalidad», casado dos veces con ricas herederas y, en ese momento, con una mujer muy ambiciosa y con la que construyó una red de zalamerías que atraparon no sólo al Presidente sino también a su esposa doña Amandina.
Él era un carita que «sabía sonreír, hablaba con gracia y divertía al auditorio, poco solemne y encantadoramente superficial», además de gustarle repartir dinero.
«No pocos periodistas lo tuteaban y jamás descuidaba agazajar a ninguno», escribió Luis Spota
Ante dichos escenarios, Ávila Puig se sentía en franca desventaja y consideraba que Gómez Anda ya tenía al sucesor y claro que suponía no ser él, sino Marat Zabala, y cuando todo parecía «sombrío y opaco», su asesor político «le martillo suavemente la rodilla», y lo sacudió con una pregunta:…si el Presidente ya hubiese tomado una decisión te habría dicho a las seis de la tarde que estabas en la lista?, que sumarás? y que te reunieras con tus amigos?, que estudiaras?, que te cuidaras?…
Conocedor de la política y de los mecanismos a que obedecen sus actores, Allende asegura que «las decisiones de este presidente son imprevisibles. Nunca es un sí o un no definitivos».
Horacio Allende tenía claro que la contienda era entre dos y que les esperaba una dura batalla por lo que requerirían de una estrategia política contundente, pues como el salmón venían detrás de la corriente.
Ciertamente el doctor Ávila no era popular con las masas, y no lo era porque «nunca había estado en contacto con ellas», menos aún por el cargo de ministro de Industrias y Comercio, algo así como «el enemigo del pueblo», por aquello de los aumentos de precios de la canasta básica.
Tampoco tenía contacto con periodistas, comentaristas de sociales o entrevistadores de televisión, no le contaba chistes al Presidente ni era lacayo de doña Amandina.
Ávila Puig tenía prácticamente todo en su contra, pero su amigo consultor siempre lo atajaba recordándole que tiene que «aprender a entender lo que no se le dice», por ejemplo cuando el Presidente le sugirió que visitará a los directivos del grupo Olid, que eran los dueños de la empresa mas importante de los medios de comunicación en ese momento.
«No seas pendejo» , le dijo como clamando para que el doctor Ávila entendiera que en la carrera de la sucesión presidencial aún no había definiciones.
Y como analista político que era, Horacio Allende refiere las motivaciones del Presidente para designar «con el dedo todopoderoso» a su relevo, momento en el que justamente el Poder Presidencial alcanza y expresa su total plenitud.
«Nunca, tampoco, es el Presidente más dueño del Destino que en el minuto previo a la Revelación», refiere el autor.
El Presidente evidentemente estuvo estudiando a sus colaboradores con antelación para conocer su capacidad y su dimensión políticas.
«Nadie escapa a su perspicacia, nada se oculta a su ojo infalible. Posee la información lo que explica que su poder sea inconmensurable. Frente a él nada puedes esconder, tener secretos es imposible, él sabe, lleva cuenta, el olvida pero no perdona, Él ampara, él abandona. Sabe quiénes trabajan para si y quiénes lo hacen para la Patria», refirió.
Estima que un año antes del Día «D , el Ejecutivo Federal empieza a consultar otras opiniones con diversos actores y sectores de la sociedad «no tanto porque le importe sino para comparar su juicio con el que los consultados pudieran tener sobre quien en su momento sería favorecido por su palabra».
He ahí lo que para el autor es «la parte más barroca, más confusa, siempre más apasionante y oscura del Poder en México «, y en ese proceso, «el Presidente tenía que cuidar que perdurará un equilibrio de fuerzas, un balance político y aún ideológico, entre los grupos que concurren, con sus hombres, sus recursos, sus métodos, tradiciones y alianzas, a batallar en ese campo de guerra de la política en época electoral».
Ejercer el poder político dependía de diversos factores, independientemente de tanta concentración que tenía una sola persona, de manera que «un Presidente no podía ceder el campo por ejemplo a los banqueros porque de inmediato brincaría el sector obrero, ni ser parcial a favor de éste ya que los campesinos se sentirían marginados. Tampoco demasiado liberal pues se inconformarían los conservadores, espantadizos de costumbre, le regatearían colaboración. No festejar a la burguesía cuando el sacrificio lo han cargado los pobres. En política internacional no parecer demasiado revolucionarios pues generaría desconfianza a los inversionistas. Ser nacionalista pero no a ultranza. Ser imparcial en asuntos religiosos y cuidar pronunciamientos en temas de control de la natalidad y de la moral personal. Ha de llenarse la boca con la promesa de respetar , aún en sus desmanes, la libertad de decir, pensar y creer».
El presidente –de acuerdo a Luis Spota, periodista autodidacto y prolífico escritor– es » un cirquero que ha de darle gusto a todos al mismo tiempo para no hacerse de enemigos. Deviene en ser un especialista del trapecio, del alambre y de la cuerda floja».
Aunque, como dirían los clásicos, » un día hay que pensar en ceder la estafeta»…( continuará…)