Ejército, factor político en la sucesión presidencial

* En esta tercera entrega de la reseña bibliografica*, el autor incorpora en su narrativa novelesca al Ejército Mexicano como un factor político latente en las decisiones de Estado y en sus ambiciones de control en áreas estratégicas

* Algunos consideraron al periodista autodidacto y escritor Luis Spota  «el Balzac mexicano», y otros le cuestionaban hasta con desprecio por «su cercanía con los hombres del Poder y por su manera de relatar las historias con un idealismo rompe y rasga».

Por Javier Mejía/III parte

Horacio Allende, consultor político y amigo de toda la confianza del doctor Ávila Puig, sabía que el presidente Aurelio Gómez-Anda no tenía aún decidido quién sería su sucesor y que en la terna de los posibles finalistas en la lucha por la Silla del Poder, estaba su jefe, el ministro de Industrias y Desarrollo.

«Las opiniones que Gómez-Anda habia recogido sobre tí debieron ser abundantes y positivas para que te anotara en la Lista», refirió al no muy convencido doctor en Ciencias Económicas de tener posibilidades reales para ser el candidato a la Presidencia de México.

En política, es muy complicado tener el control de los tiempos, de saber en qué momento las ideas han madurado para «lanzarlas al ruedo».

Eran los años 70, del siglo pasado, en que se desarrolla esta historia y cuando –dice el autor –, el Presidente escuchaba opiniones de los diversos sectores políticos, económicos, sociales, eclesiásticos y de la diplomacia, entre otros.

Se trataba de eso, opiniones que recibía, algunas las valoraba y las menos las consideraba, ya que al final después de hacer ajustes y de «calificar las pruebas», el Presidente era el único autorizado para decir un: «Tú serás…».

Horacio iba paso a paso. Lo primero era lograr  que su jefe estuviera en la terna y después que fuera el candidato. Esa fue la ruta política trazada y para lograrla tendrían que ir tejiendo la estrategia para anular a los otros siete de la Lista, hasta dejarlos fuera de la batalla interna.

En su análisis, Horacio buscó «meterse en la cabeza» del Presidente para intuir y descifrar qué es lo que estaba pensando a unos días de la gran decisión.

Dejar a alguien que le garantice un futuro sin sobresaltos, que le dé continuidad al «aurelismo» que durante diez años edificó, pensar en alguien que no trajera «una cauda de compromisos, de resentidos, de revanchistas», un sucesor que llegara » sin ataduras con emisarios del pasado», incluso Gómez-Anda pudo pensar en alguien «con debilidad política no para manejar el gobierno pero si para hacer prevalecer su palabra de Guía de la Revolución».

Horacio Allende le recordó al doctor Ávila su relación de amistad que mantenía con los dueños del grupo más poderoso -Olid- de medios de comunicación, entre otros sectores, lo que ninguno de los demás aspirantes tenían y que en su momento habría de presumir.

«Eso lo sabemos tú y yo, pero no todos», le mencionó el consultor político al advertirle que Rebul-Olid en cualquier momento lo podría traicionar si esto le sirviera a sus intereses, aunque de lo contrario, si decide apoyar al doctor Ávila en sus aspiraciones políticas, seguramente que lo haría con la complicidad del Presidente.

Allende le recordó tambiénque tenía que pensar en el Ejército, ciertamente en tiempos de paz con los milicias en los cuarteles. Pero…era o no un factor político?. Para el doctor Ávila no lo era o había dejado de importar.

–A mí me parece que ha empezado a recuperar la cohesión y a repolitizarse. Sobran las pruebas, al grado no de influir en los resultados de las elecciones pero sí en la selección del candidato, opinó Horacio

Luego, sembró la duda: «cuándo se puede tener la certeza de que un Ejército ha sido domado?.

Ambos recordaron el paso de un médico-militar que fue Presidente –Antioco Paez–, definido como un «soldado-civil o un civil en uniforme», que se propuso anularlos de posibles apetitos políticos

–..Cómo?

— Enriqueciendo a los jefes, pagando bien a sus elementos, en sus cuarteles y los políticos a lo suyo, dijo

Dicha fórmula fue adoptada por posteriores gobiernos civiles de manera que no hubo levantamientos o golpes de estado durante décadas, pero esos tiempos de acuerdo a Horacio Allende ya pasaron y, ahora, las Fuerzas Armadas ya no deseaban seguir siendo «comparsa» como en las últimas décadas, sino que ahora «querian aquello que sus mayores ya habían probado y les había gustado: el Poder».

A los militares no les gustaba el rumbo que había tomado la Revolución Mexicana con los gobiernos civiles que se habrían atascado en la inacción, mientras que los políticos civiles veían a los verdes con desconfianza por «golosos de riquezas y de dominio».

Por ello,  el asesor y ex columnista político recomendaba:  «hay que ponerse en guardia y esperar lo peor».

Los militares son pacientes para alcanzar sus fines. No perdían el tiempo y preparaban a sus elementos en diversos campos del conocimiento académico –disciplinas no castrenses– de modo que sus oficiales más capacitados fueron colocados prácticamente «en todas partes»

Así lo detalló Horacio: «a los jóvenes militares los adiestraron en el manejo de refinerías, plantas petroquímicas y fábricas textiles, en la administración de líneas aéreas, terrestres y ferroviarias, en la operación de frigoríficos y empacadoras de alimentos».

Los soldados estuvieron vinculados en muchas más actividades y disciplinas colándose  hasta en cadenas de hoteles, bancos, financieras, hospitales, no ignoraban cómo abastecer a las ciudades de combustibles, hasta podrían operar el Metro de la cdmx, incluso tenían gente en la industria cinematográfica.

En su misma Secretaria el ministro Ávila Puig tenía a tres militares en tres direcciones a petición o como un favor que le solicitó el ministro de Guerra y Defensa.

Estaba claro el interés del Ejército de «apoderarse de los medios de producción, los medios de financiamiento y los medios de información», con lo que se estarían adueñando del país ocupando a sus propios cuadros formados en la institución catrense.

Así es de que el Ejército era, en efecto, un factor político que influia en la selección del candidato, que era tomado en cuenta por el Presidente de la República, pero de ninguna manera decisivo en tiempos de los gobiernos civiles…( continuará…)

* SPOTA, Luis

Palabras Mayores

Ed. Grijalbo

1974

 

 

 

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