«Sumar voluntades y luego tirar desperdicios» en la carrera por la Presidencia

 

* Cuarta entrega de esta reseña bibliográfica en la que se calientan los motores de la sucesión, y se perfilan las llamadas «campañas negras» y los «golpes bajos» al interior de la clase gobernante en la década de los años 30

Por Javier MEJÍA /IV parte*

 

Era de madrugada cuando el timbre del teléfono de la Red Privada sonó «enérgico y casi amenazador». Ese «cascabeleo» que parecía cimbrar el aparato gris, generaba un desconcertante nerviosismo en el ministro de Industrias y Desarrollo, Víctor Ávila Puig, dejándolo como si «la sangre se le retirara del rostro».

Aunque el doctor en Ciencias Económicas era un ministro poderoso, los timbrazos lo inquietaban al grado de «acobardarlo, le paralizaban las piernas y su mano no dejaba de temblarle».

En su oficina, se escuchó cuatro veces el peculiar timbre. Frente al ministro estaba su amigo y asesor político Horacio Allende, quién le sugirió contestar la llamada.

Ese sonido era como «una patada, el tronar de los dedos del amo, el manotazo del que manda, el grito del poder». Los impredecibles mensajes del Presidente ponían a temblar a prácticamente todos los ministros.

El presidente Gómez-Anda así era, «capaz de torturar con telefonemas a media noche, con preguntas o comentarios siempre oscuros que dicen poco y dejan todo a que lo interprete cada quien a su modo, a los pobres diablos que inscribió en la Lista. Muy de él es jugar con quiénes lo sirven; irlos destrozando sin herirlos, casi sin que lo sientan».

Don Aurelio era «un viejo lobo de mar» que durante diez años ejerció el poder, creando la denominación política del «Aurelismo» como una corriente de pensamiento y de acción política, y deseando que ésta perdurará.

En esa ocasión la llamada telefónica por la Red Privada no era del Presidente, sino del ministro de Educación y Cultura que no estaba en la Lista de los presidenciables pero quería desayunar con Ávila Puig.

–Dile que sí, algo sabe, aconsejó Horacio Allende.

En realidad, al doctor Ávila le resultaba desagradable desayunar con Jesús De Jesús más aún que la cita fue precisamente en la casa del ministro de Educación, a las ocho treinta.

Le molestaban sus «ofensivos chistes, sus mordaces comentarios, su modo de ser», y hasta que se pintara el pelo. En algún momento, la «carrilla» la recibió el propio Ávila Puig, mientras que Marat Zabala se sentía cómodo.

Nuevamente intervino el consultor político, y atajó: «admirado doctor en la etapa en la que te encuentras hay que sumar…Todas las voluntades que te sean favorables, sobre todo las de quienes no son amigos o incondicionales, cuentan, pesan, importan…Ya habrá tiempo de restar, de tirar al bote de los desperdicios, a los oportunistas…Una cosa hay que empezar a aprender es que un Presidente, un político de verdad, ha de tener, en el orden que te guste: estómago fuerte, cojones firmes y espalda flexible».

El objetivo de la reunión-desayuno era ver qué podría aportar el ministro De Jesús por ejemplo poner al Sindicato de Maestros del lado del doctor Ávila, incluso la televisión cultural del Estado.

Y le recordó que si le llegase a prometer algo, no importa ya que «Nada, en nuestra política, es definitivo; excepto, naturalmente, quedarte fuera».

Asimismo el cinismo de uno de sus profesores al que atribuyó la expresión de «sea en la máquina o en el caboose hay que estar siempre a bordo del tren de los que mandan».

En esa postura de sumar voluntades, Allende sabía de la urgencia de reunirse con los dueños del grupo Olid, Raúl y Miguel Rebul, así como con Rafael Balda, juntos o por separado, ya que dicho consorcio de Comunicación tenía «gran influencia en la vida pública y privada», y los buscarían tanto para conversar sobre «el momento político» actual como sobre el devenir inmediato.

Urgencia también de crear, lo más pronto posible, una imagen del doctor, así como motivar comentarios editoriales y no olvidar a los columnistas políticos decisivos». De ahí la importancia de dicho encuentro.

Ambos — Ávila y Allende– siguieron tejiendo los siguientes pasos de la ruta trazada en esta carrera por la Presidencia.

Recolectar dinero y tener listos los expedientes de los contendientes de la Lista, sobre todo de los más peligrosos, eran parte de la estrategia política.

Lo que venía era la etapa de la confrontación y con ello los golpes bajos y campañas negras en el contexto de la lucha por la Silla Presidencial, lo cual trataremos en la próxima entrega. Salud y buen provecho!!!.

 

SPOTA, Luis

Palabras Mayores

Ed. Grijalbo

 

 

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