
El verdadero Poder
- mexicalinewsadmin
- 29 de diciembre de 2024
- Opinión
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Por Javier Mejía/ I parte
Quiero compartir la siguiente reseña bibliografica a quienes «hacen el esfuerzo de la lectura». Se trata del libro de Luis Spota «El Primer Día» publicado por la editorial Grijalbo en 1984.
Del mes de noviembre de 1975 a mayo de 1997, Luis Spota escribió esta novela en Cuernavaca, Morelos — «la ciudad de la eterna primavera»–como parte de una zaga sobre el tema de la sucesión presidencial en México.
La obra inicia y termina cuando el Presidente ya no es el «todopoderoso», cuando el Poder dejó de ser suyo y, por consiguiente, empieza a sentir ese vacío que marca el inicio de sus desgracias, en el primer minuto del desapacible día en que entregó la estafeta al heredero de la Presidencia de la República.
La solemnidad propia y el simbolismo durante la ceremonia en el Congreso y la inaceptable pero irremediable mudanza en Los Arcos, la Residencia Oficial, así como la entrega del bastón de mando y dejar a otro la Silla Presidencial, ocurrieron en cascada.
«No esperó mucho para empezar a joderme, el hijo de puta» dijo colérico el ex presidente Aurelio Gómez-Anda, tras rechinar sus muelas falsas
Y es que en bardas y muros, así como en el transporte colectivo aparecieron pintas acusándolo de asesino y de ladrón con enormes letras rojas. Le retiraron los guardias dejando sólo al Mayor Pilo Fraga y a su chofer Julio Ortiz, a su servicio.
Aunque procuraba ignorar los fuertes mensajes, le endosaba la autoría a su heredero al «trono», Víctor Ávila Puig, quien fungió como secretario de Industria y Comercio durante su gobierno, por lo que Gómez-Anda se sentía no sólo ofendido sino traicionado.
Eran días silenciosos y de una gran soledad, alejados del goce y del estrés que durante diez años tuvo don Aurelio por tanto Poder acumulado. Días difíciles como los que vivió cuando las tropas estaban en las calles, y los antimotines en el campus universitario, de persecuciones y abusivos cateos que devinieron en la matanza de estudiantes.
En esa coyuntura, el ex presidente estuvo convencido de que «no se puede gobernar y padecer remordimientos». Le dejó de importar que los estudiantes lo acusaran de cruel, soberbio y de asesino.
Al término de su mandato, las voces se alzaron acusándolo también de ladrón.
«Eso no se le hace a un amigo, a uno de oficio», decía, colérico, mientras ordenaba a su chofer dirigirse a su residencia particular en la calle de Becerra 82, colonia San Tadeo.
Ello, después de tantos años de no acudir encontrando una casa deteriorada y desprotegida al retirarle a los soldados que la custodiaban.
Gómez-Anda había enviado a su esposa Armandina, quien llevaba casi 30 años con él, a pasar unos días de descanso con los Servín en su casa de Puerto Gardenia para evitar los malos momentos y » la cólera de leer la repetida infamia».
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El alcalde Alfonso Videgaray pretendió ser el candidato a la Presidencia cuando precisamente Aurelio Gómez-Anda fue el elegido por su tío Tito Libio Gómez de Lara, optando por mantenerse en el Ayuntamiento un tercer periodo consecutivo.
A fin de mantener una relación cordial con AGA, Videgaray «utilizó» la simpatía generada tanto con doña Armandina como con Fermín Palermo, quien era la «sombra de confianza» de don Aurelio, su confidente y con el que «tramaba sus más secretas decisiones».
El alcalde buscaba el apoyo del próximo Presidente para concretar su ambicioso proyecto inmobiliario en San Tadeo y, así, «enmendar errores urbanísticos» cometidos durante décadas, reubicando a cientos de familias o dándoles escaso dinero en efectivo como indemnización.
A cambio de convencer al entonces candidato presidencial, Videgaray ofreció a doña Armandina mejorar y ampliar desmesuradamente su casa particular de Becerra 82, asentada justamente en el barrio de San Tadeo, con dinero público y utilizando a personal del Ayuntamiento no sólo para las obras, sino también guardias, choferes y hasta de servidumbre.
— No me preguntó mi señor cuánto nos costó todo esto?
— Cuánto?
–Nada don Aurelio…todo lo pagó el gobierno, estupendo verdad?.
AGA no contestó nada, aunque tampoco se opuso para no entorpecer el momento de alegría de Armandina, quien durante meses supervisó las obras y dirigió al personal del Ayuntamiento que Videgaray puso a sus órdenes.
Los residentes de San Tadeo se opusieron al plan del alcalde que en realidad representaba un jugoso negocio de un grupo de políticos-constructores, y al final don Aurelio dijo que fue «una estupidez» permitirlo y no frenar el capricho de su esposa. Ello, se constituyó como «su primer abuso de autoridad como Presidente del país».
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Al mencionar la frase «el Poder ya de otro», Gómez-Anda recordó sus inicios en la política al amparo de Aquiles Veragua, y «el temor de que no le alcanzará la vida para llegar a las alturas donde se encuentra el Poder verdadero».
Y, al llegar el tiempo de entregarlo, lamentó que ejercerlo no hubiera sido lo suficientemente perdurable para llenar con él los años que le quedaban de vida.
«Sólo diez años en la Presidencia…no son muy pocos para quien se ha preparado para merecerla y ejercerla?
De su rostro no desaparecía el gesto de autoridad que le daba carácter. Ahora a descansar, a reponernos un poco de la joda», eso pensó hacer pero al final no sería de esa manera.
Al recordar a Víctor Ávila Puig, «nuestro señor Presidente ya», don Aurelio parafraseó: «el Poder trastorna a los sensatos y ensoberbece a los pendejos. Será él más lo uno que lo otro?. No lo sé, será cuestión de darle unos días al tiempo para acabar de conocerlo».
Lo cierto es que AGA cada vez estaba más solo. A quienes los hizo ricos y poderosos en diez años de gobernar lo abandonaron esa mañana. Sólo algún desconocido le entregaba su aplauso humilde.
Ya sin la investidura, seguía siendo blanco de ataques, las majaderías crecían como también «el hervor de su cólera». Dejó de ser «el señor de Los Arcos, donde vivió diez años con amplitud y comodidades –30 hectáreas de parque donde había ciervos de cola blanca, pavorreales, cisnes, tucanes, ardillas, guacamayas e innumerables perros, así como estatuas de Venus y de David entre otras–.
Dejó también de recibir el trato solemne y ceremonioso, incluso muchos hasta lo tuteaban. Él y Armandina quisieron sacar algunos muebles de Los Arcos pero lo que impidieron los guardias en tanto no hubiera la autorización del presidente Ávila Puig o de la Primera Dama.
El último día de su mandato no fue cálido ni luminoso y deseaba que el primero del Presidente Ávila fuera «opaco, glacial y triste».
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Sonó el teléfono y AGA enseguida reconoció la voz de su tío Tito Livio, quien después de cinco años de haberlo exiliado regresó al país, enfermo de las coronarias.
— Vi la ceremonia por televisión…el caballero Ávila viene muy bravo, Aurelio. No lo crees así?, es como para empezar a preocuparse.
–Siempre habla demasiado, como lo hizo en su campaña. El país no sabe lo mucho que gana cuando tiene en Palacio a un pendejo quieto y callado.
El mal momento de Aurelio iba a empeorar en el devenir.
Tito Livio gozaba, era feliz viendo al presidente Ávila Puig dándole de patadas, echando lodo a su apellido y al gobierno de su sobrino que tras heredarle el trono lo primero que hizo fue exiliarlo, lo que nunca le perdonó. Mantenía una risa burlona y macabra.
«Acepta a los malvados como son. Desconfía de los estúpidos: terminarán perjudicandote», refirió el viejo político…(Continuará)
