«Ya no hay pájaros que puedan vivir aquí»: Ávila Puig

 

 

Por Javier Mejía / VIII parte

Esta octava entrega de la reseña del libro «Palabras Mayores», de Luis Spota, está plagada de simbolismos y mensajes políticos en el marco de la encarnizada lucha por el Poder Político, pero también una muestra de la picaresca política nacional, sus usos y costumbres, en la época de la hegemonía del «partido único y todopoderoso».

Sigamos incursionando en algunos de los laberintos de la política setentera en nuestro país del siglo pasado

*********.       **********.       *********

Las imágenes en las que políticos de las diversas «ideologías» se abrazan dándose las clasicas «tres palmadas» acompañadas de amplias sonrisas son más comunes en esta temporada navideña. Unos lo hacen con mayor efusividad que otros y parecieran sinceras, hasta fraternas. No siempre es así, menos en la politica. Reflejan una ridícula falsedad por lo que llevarlas a cabo le resultaba muy difícil al ministro de Industrias y Desarrollo, Víctor Ávila Puig, quien prefería anteponer su mano diestra –fuerte y franca–, ya que  «detestaba las manos sin nervio que se ofrecen pero no se entregan. Manos de hombres desconfiados e hipócritas»

Aunque no le gustara mucho,  poco a poco,  la misma vida política lo «suavizaría» para ir formando parte de los rituales del sistema político mexicano.

Eran los tiempos de hacer política y más política para tejer alianzas. Sumar a la causa era la tarea de su amigo y asesor político Horacio Allende, quién diario estaría a prueba para lograr persuadir, convencer y coptar a los antagonistas políticos. Primero para que su jefe y amigo permaneciera en La Lista del presidente Aurelio Gómez-Anda y después ser parte de la terna hacia la recta final de la sucesión presidencial. En esa ruta del cronograma político el objetivo era la Silla del Poder.

El teléfono por el que los ministros se comunicaban sonó y, de reojo, Ávila Puig miró quién era. Lo dejó sonar otra vez hasta que a la tercera algo murmuró y levantó la bocina. Era el ministro de Educación y Cultura. Jesús de Jesús  con quién acordó desayunar a las nueve en la casa del excéntrico personaje que no figuraba en La Lista aunque tenía una amplia trayectoria en el servicio público y en la diplomacia.

–Dile que sí, ve a desayunar y escúchalo. Algo te va a decir o algo te va a pedir. No te comprometas de más, le recomendó Allende

Puntal a la cita, Ávila Puig fue recibido por Jesús de Jesús y su esposa Ángeles, quién tras estirarle «su larga mano huesuda y pecosa de vieja» le dijo que era un honor recibirlo en su casa y procedieron a instalarse en el amplio jardín lleno de rosales y los muros cubiertos de enredaderas. En el centro estaba una mesa con jarras con jugos de naranja, de zanahoria y de ciruela, así como fruta, café, omelettes, leche, agua mineral y panecillos, entre otros alimentos.

Por cierto, en ese enorme jardín, al secretario y a su esposa, les gustaba hacer frecuentes jolgorios que terminaban en veladas que parecían interminables.

Y como para tratar de «romper el hielo», el anfitrión dijo: «dejemos las formalidades…Soy Jesús, simplemente Jesús de Jesús, su amigo. Tomó el vaso con jugo de ciruela y, a manera de brindis, dijo: «por su futuro, que habrá de ser el futuro de la República».

La reacción del ministro Ávila fue la misma: «nada hay firme…Usted sabe: rumores, palabras sin apoyo».

Mientras la señora Ángeles terció diciendo que la residencia de Los Arcos se vería muy alegre con la pareja de jóvenes –Victor Ávila y Laura Krauss–, y de inmediato Jesús de Jesús con esa mirada autoritaria pareció como si le ordenará alejarse y dejarlos solos para hablar de política que era el tema que los había reunido.

A partir del análisis que Jesús de Jesús venía haciendo y con base en su gran experiencia política y diplomática, dedujo que el presidente Gómez Anda se pronunciaría por el doctor Ávila Puig en el momento decisivo, apoyo que el encargado de la Educación y la Cultura del país le expresó abiertamente.

«Quiénes son los hombres del gabinete que podrían merecer la atención de don Aurelio?, qué interés representan en lo político, lo económico y lo social?, a qué grupos estaban ligados y qué hacían esos grupos en el contexto de la realidad nacional?, eran congruentes sus palabras y sus hechos?, eran gratos a los diplomáticos extranjeros?, la Iglesia aunque divorciada del Estado, los aprobaba?, con que amigos, aliados o socios contaban dentro del equipo que aún obedecía al Presidente?, esos amigos , eran a su vez dueños de influencia cerca de otros políticos, de otros grupos, de otros representantes de la opinión pública, de la fuerza de trabajo o de….?».

Las respuestas a tales interrogantes le permitieron analizar la situación y tomar el teléfono para invitar al ministro Ávila a desayunar. Le pareció «abrumadora y contundente » tal declaración de alguien que «llevaba mucho tiempo con los ganadores y está vez no podría equivocarse» al considerarlo como el más idóneo.

Aunque desconocía cuál sería la decisión definitiva del Presidente, Jesús de Jesús se puso a la orden y le dijo que tenía amigos en el Magisterio y en la grey estudiantil, amigos de la «inteligentzia», que él podría acercarle, mismos que le «serían útiles en los días del futuro «.

Ante tal ofrecimiento, el doctor en Economía lo único que hizo fue ofrecerle su mano abierta y fundirse ahora sí en un abrazo con cierta emoción, mientras que Jesús de Jesús le murmuró al oído: «eres el mejor de los hombres del Presidente. El mejor de todos nosotros. Muchos años llevas probándolo. Serás, muy pronto, también el mejor del país, Victor»…

Era el primer miembro del gabinete que «se abría de capa» y le manifestaba su adhesión.

Ya de regreso a su oficina, el doctor Ávila se encontró con una valla de simpatizantes que le pedían un saludo.

» Ya no hay pájaros que puedan vivir aquí», decía.

Luego, llegó al elevador de la enorme torre que albergaba el Ministerio, donde se encontró con su secretario particular, Francisco Spíndola (Paco), quien aún no tenía listo el Acuerdo que tendría su jefe con el gremio de los tortilleros que amenazaban con paros de no autorizarles un alza al precio de las tortillas

No obstante le preguntó si lo podía felicitar

–Felicitarme…por qué, Paco?
— Por la Presidencia…
–Ah, eso…!No, todavía no, Paco…son rumores…

Su actitud evasiva y displicente, frente a varias señales y mensajes que observaba Spíndola,  le parecía inexplicable. Pasaron a revisar la agenda y la larga lista de solicitudes de audiencia que tenía el ministro para ofrecerle «apoyo y solidaridad».

— Que pase el diputado Gorráez, ordenó Ávila Puig.

El tres veces senador y secretario general de la Federación Nacional de Empleados del Gobierno era un personaje al que no podían desdeñar quiénes tuvieran aspiraciones políticas. Lo tenían que conocer para comprender la picaresca de la política nacional.

«Ningún político desdeñaba a Crisóstomo Gorráez, fuera amigo o fuera enemigo. Todos procuraban su amistad, su apoyo, su consejo. Le servían para alguna vez ser por él servidos. Su vigencia era permanente; no podía intentarse ninguna chapuceria, ningún pacto ni tomarse ninguna decisión política, sin contar con su aprobación o,por lo menos, con su neutralidad. Pintoresco ahora,  cruel cuando joven, brazo armado de no pocos funcionarios de otra época»,   referian entre los pasillos del poder y entre la voz populi.

Y aunque le resultase sumamente antipático, el doctor Ávila lo tenía enfrente, en su oficina, brindándole su amistad chocando sus cinco dedos. Una comitiva lo acompañó aunque sólo habló el diputado que ofreció todo el apoyo y, junto con el abrazo final muy político, soltó al oído de Ávila Puig las siguientes misteriosas palabras: «Lo que ha de ser, será, y si es, por aquí estaremos viéndonos, doctor».

— Estoy seguro de ello, compañeros….

Superado este episodio, Spíndola le comunicó a su jefe que tenía una llamada nada más y nada menos que de la Primera Dama, doña Amandina, la esposa del Presidente, quién los estaba invitando a Bellas Artes, a él y a su esposa Isabel, a un concierto de música clásica.

Un día cargado de fuertes emociones y de mensajes con gran contenido político el que tuvo el ministro.

La invitación que les hacía don Aurelio Gómez-Anda, a través de la señora Presidenta «no era un formulismo social, sino un acto político», aunque no acudiera el propio Presidente. Se podría interpretar como un modo como cualquier otro pero muy espectacular, de dar a conocer la que podría convertirse en La Nueva Pareja de los Arcos»?….
Quizá sean señales que empezaban a alinear a los astros, quizá era parte del juego distractor con dosis de crueldad y de perversion políticas que le gustaba jugar al creador del Aurelismo, primer interesado en cuidar su legado por generaciones y generaciones…( continuará)

SPOTA, Luis
Palabras Mayores
Ed, Grijalbo

Leave A Comment