Juan Fabioli, acérrimo defensor de la Herbolaria para usos medicinales y curativos

Por Javier Mejía/ l

Preservar la tradición del pueblo mexicano sobre el uso de plantas con fines curativos fue, para el yerbero Juan Fabioli, una misión que heredó de sus ancestros

Durante décadas impulsó y defendió dicha herencia no sólo como comerciante en el mercado Sonora, de la ciudad de México, sino a través del estudio, la difusión oral con sus clientes, así como dando entrevistas periodisticas, tal como nos la concedió para el glorioso periódico unomásuno que en esos años vivió su mejor época.


Eran principios del año 1992, del siglo pasado. Él rondaba los treintaitantos años de edad. Le apasionaba hablar del sentido medicinal de las hierbas, del arraigo de una costumbre milenaria en toda la región de Mesoamérica.

Se rehusaba a que la herbolaria curativa fuese avasallada por «la cultura occidental y la medicina oficial» con el fin de erradicarla mediante fuertes embates e intereses comerciales.

Fumador empedernido, Juan Fabioli se apostaba en el centro de su puesto rodeado de infinidad de plantas medicinales. Las bolsas de plástico siempre rebosantes de hierbas con letreros coloridos llevaban sus respectivos nombres. Parecían «vigiladas» por las figuras de los Budas de caras redondas y risueñas que contenían diversas semillas, monedas brillantes, imágenes místicas y amuletos. Todo incrustado en sus redondas barrigas.

La lista de hierbas era interminable: Albahaca, Romero, Ruda, Pirú, Mejorana, Santa María, Árnica, Cola de Caballo, Sábila, Valeriana, Pingüica, Pelo de Elote, Bugambilia, Gordolobo, Diente de León, Hinojo, Mejorana, Sauco, Orégano, Sauco, etcétera, etcétera.

Muchos ajos pendían, entrecruzados, como colas de caballo, muchas imágenes de santitos arropados con papel de china y de celofán de color rojo brillantemente intenso. Olores e imágenes que llamaban la atención, en estos tiempos, de la nutrida concurrencia.

También desde que entrabas al mercado Sonora se percibían los olores a copal, sándalo, mirra, entre los más de cien aromas que Juan presumía tener en su colorido puesto, mientras que invitaba a los posibles consumidores diciéndoles: qué busca?, qué va a llevar?, «pasele».
Elocuente por excelencia, Fabioli te explicaba el origen de las plantas medicinales, sus fines curativos, cómo las recolectaban los antiguos mexicanos y cómo se preparaban para ayudar a mantener la salud.

Aunque lo suyo lo suyo era la herbolaria con fines curativos, Juan vendía una gran cantidad de productos como inciensos, amuletos como los triángulos con el ojo visor en medio, jabones de múltiples aromas, ceras, el esprai del dragón rojo, el «arrasatodo», veladoras con imágenes religiosas, la de las siete potencias era de las más solicitadas, estrellas de David, tréboles de cuatro hojas, signos zodiacales, máscaras del demonio, diversos animales vivos y disecados, huevos de gallina negra,

Aunque los estrechos pasillos del Mercado Sonora se miraban concurridos, muchos iban  por curiosidad de saber y sentir del ambiente esoterico, mágico y misterioso. Otros para curarse de alguna enfermedad sobre todo estomacales y de las vías respiratorias, algunos llevaban sus amuletos o sus aromáticos jabones contra las envidias en los negocios,  para atraer la suerte en el amor, en el trabajo, entre otros fines.

Y en aquellos ríos de gente que daban vitalidad al Mercado de Sonora no faltaban los políticos y artistas que frecuentaban el lugar en busca de amuletos para el amor, la prosperidad o para que no les faltará trabajo, incluso para «hacerse una limpia» y ahuyentar las malas vibraciones.

Allí, se llegó a mirar a personajes como Irma Serrano La Tigresa, Lyn May o el folclórico ex gobernador de Hidalgo, Tulio Hernández y hasta al ex jefe de policía capitalina Alfonso El Negro Durazo, en los tiempos del sexenio del ex presidente José López Portillo.

Como decía el buen Juan Fabioli, «todo es cosa de tener fé y voluntad de curarse», con el poder de las plantas medicinales y de la mente humana.

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